El impulso de la conciencia a transitar el camino de la verdad de quienes somos se expresa en la forma de ir adquiriendo mayor responsabilidad con respecto a nuestras identificaciones conscientes.
Estamos habituados a movernos con
determinadas imágenes elegidas desde modelos aceptados reaseguradores para
estar en el mundo. Estos modelos surgen de las creencias estructuradas desde el
plano inconsciente pero generalmente no reconocidas en su
origen y en su desarrollo por el consciente que gobierna los procesos
vinculares del yo.
Así como el Universo está en pleno
proceso transformativo también lo están los seres que lo habitan que son
sus elementos constitutivos. A su vez este mismo universo se despliega en
el interior de cada uno de nosotros. Por lo tanto todo acto de permanecer y
abrazar la permanencia de algo, en este caso aspectos elegidos para continuar
definiéndonos a perpetuidad, es un ataque a la Unidad de la Vida.
El arquetipo patriarcal fue resistente a una mirada
más abarcativa: el modelo convencional que imperó y aún hoy sigue
sostenido por muchas conciencias adormecidas por el miedo, es permanecer lo más
inconsciente posible de las propuestas integrativas y revolucionarias que
incluyen elementos que para sus controles mentales resultan amenazantes.
Nuestra civilización ha sido patriarcal por tanto tiempo que se han descuidado
los requerimientos de la vida misma sepultando el misterio de lo femenino cuya
esencia es la transformación.
El femenino oculto pasó a ser entonces su amenaza
inconsciente y su gran herida.
Es habitual encontrarse aún hoy con hombres que
usan el ocultamiento (introyectando esta característica) como forma de
salvoconducto. Esta fuerte impronta patriarcal se observa muy cristalizada en
personas que desestiman y evitan el arduo trabajo de autoconocimiento como la
expresión de un gran temor al encuentro de esta herida.
Su miedo básico es perder el control y el poder;
por eso someten, dirigen, establecen pautas, descalifican, excluyen, se
ocultan. Controlan desde su propio temor, descalifican desde un fuerte
sentimiento de desvalorización, excluyen porque la amenaza de intimidad es
intolerable. La desconformidad en los vínculos es la proyección de su propia
desconformidad que los lleva a saltar de un vínculo a otro en una búsqueda
incesante de reivindicación de un yo que se cae a pedazos porque
no permiten ser sostenidos por el principio de totalidad e integración.
Aqui es importante que la mujer reivindique el
poder de la femineidad porque puede caer presa de estas proyecciones
y perder su instinto femenino quedando desvitalizada. Pueden activarse
sentimientos de abandono y profundizar la herida que el dominio patriarcal
abrió en la psiquis femenina.
Si hace frente a este desafío entonces podrá
seguir sanando sus partes más debilitadas y alumbrando nuevos brotes de su
psiquis más profunda. Esta prueba será su oportunidad. En la misma comprensión
su mirada se elevará para ver a un hombre no ya poderoso sino debilitado por
ser el títere de su propia desconexión.
El alma tiene para ofrecernos innumerables formas
de experimentarnos a nosotros mismos, solo hay que renovar nuestras imágenes e
ir dejando viejos ropajes.
Lic. Annamaria Saracco