El
perdón, desde la derivación de la misma palabra, es un "don "; don
que por derecho divino nos pertenece.
Su manifestación está directamente asociada a una
experiencia interior, a una elección voluntaria, consciente y comprometida en
transitar el difícil camino de liberación desde la ignorancia hacia el
despertar a nuestra verdadera naturaleza divina.
Por lo tanto configura un estado del ser, un nivel
de conciencia alcanzado y su manifestación es a través del ejercicio de la
compasión y el reconocimiento de una conciencia de unidad.
Es importante señalar que el ejercicio del
perdón es parte del proceso de maduración de la conciencia donde la compasión y
la aceptación son sus elementos constituyentes.
Este profundo trabajo exige una testimonianza
permanente. Qué significa esto? Cuando todavía la conciencia no despertó a la
capacidad de autoobservación, cuando todavía no puede ser testigo de si misma,
es probable que aquello que llamamos "borrón y cuenta nueva " no sea
genuino y por consiguiente no tenga que ver con el perdón.
En realidad perdonar no es borrar, sino a partir
de una mirada más elevada, empezar a comprender como se desarrolla este
"juego sagrado de la vida".
Por lo tanto en los momentos donde llegamos a
percibir con ojos más limpios seguramente se estarán activando estas energías
superiores.
Siempre el camino comienza en nuestro interior. Es
una experiencia interna de despertar la que permite vislumbrar estados mentales
donde la conciencia del amor y de la unicidad se revela como la esencia del Ser.
No podemos donar lo que aún no poseemos y sólo a
través de la experiencia adquirimos sabiduría que luego podremos compartir y
ofrecer como don.
Considero que este trabajo interior está
íntimamente asociado al reconocimiento de nuestras propias heridas aún no
cicatrizadas resultantes del camino de aprendizaje.
La salida hacia una nueva forma vincular es la
aceptación de la reactivación de esta herida por parte de los otros como forma
de reconocimiento y principio de sanación.
Entonces el perdón comenzará desde una condición
de humildad y aceptación de nuestras partes todavía no maduras direccionado
esta misma energía hacia el exterior.
Es difícil ejercitar el perdón como difícil es
el proceso de crecimiento, aunque como parte de la tarea del despertar es
totalmente posible.
Un ser que vibra en un nivel de conciencia
marcadamente dualista donde la separatividad caracteriza su modo de operar,
necesariamente tendrá respuestas vinculares que reflejen ese estado de
conciencia.
La necesidad de protegerse, la sensación de
sentirse herido, una angustia oceánica abrumadora se convierte en los propios
límites de la conciencia para acceder al nivel sucesivo del viaje espiritual.
A medida que observamos nuestras propias heridas
con una conciencia de involucración y responsabilidad estaremos disponiéndonos
a una nueva forma vincular que invoca un nivel de energía más elevado y como
consecuencia más compasivo para todos los involucrados.
Nuevamente remarco que la herida que proyectamos
es nuestra propia herida que convoca y configura esa experiencia.
El reconocimiento y valoración de querer
experimentar el perdón en nuestras vidas es parte del proceso de maduración del
ego. Un yo maduro puede tolerar las diferencias sin sentirse amenazado, puede
aceptar las equivocaciones como parte necesaria del proceso de aprendizaje y
evolución.
La aparición de la culpa direcciona la energía
hacia la evasión y la autodefensa.
Un yo débil está más conectado con este nivel de
funcionamiento y tiene dificultades de confrontar una experiencia de vida que
desafíe sus miedos activados por la impronta kármica.
Cuando la vida es considerada como un viaje
evolutivo consciente, el drama personal va debilitándose y deja paso a la auto
observación y al autoconocimiento.
Es fundamental aclarar que si no somos capaces de
perdonarnos, es decir, de actuar como jueces implacables, es imposible poder
hacerlo con los demás.
Quizás creemos que estamos perdonando cuando en
realidad justificamos y pactamos un acuerdo frente a una situación de amenaza
interna.
Es importante señalar que el perdón actúa en el
nivel del Amor y no en el nivel del miedo.
El camino de evolución que lleva a la
iluminación, o sea, a la liberación del sufrimiento debido a la ignorancia,
pasa desde el miedo al amor, de la ignorancia al conocimiento, de la
dependencia a la liberación.
La sola intención del alma que descubre la
necesidad de emerger de una situación que la retiene en estado de sufrimiento y
dependencia, es el motor que impulsa la activación de recursos de salida. La
sola intención es la plegaria que el Ser dirige a las dimensiones del Espíritu
en busca de asistencia.
Considero que partiendo de la creación de un
espacio interior de auto observación e involucración surgirán las condiciones necesarias
para que puedan surgir las respuestas adecuadas.
Me inclino a no pensar en fórmulas sino en modos
de despertar conciencia. Cada situación es un desafío para la conciencia, nos
ofrece el don de descubrir la sabiduría que contiene. Este es un desafío
personal.
La palabra reconciliación tiene una vibración
muy especial. La asocio a una vía de encuentro y reunión.
Todos los seres tenemos un potencial para la
profunda reconciliación más allá de las heridas o traumas experimentados.
El punto es donde focalizamos nuestra atención.
Una conciencia enfocada en el drama y en su justificación o una conciencia
centrada en un nivel de energía dispuesta e impulsada en el camino de retorno
al "hogar".
El perdón es un acto de conciencia. Seguramente
comienza con un acto de reconciliación desde el corazón. Y donar el perdón nace
de este mismo acto de amor.
Me gustaría citar a Gandhi "Los débiles no
pueden nunca perdonar. El perdón es una característica de los fuertes".
Publicado en la revista COMO ESTAR BIEN. Buenos Aires